Contaminación difusa en el río Támesis

Los fertilizantes son necesarios para la agricultura, aunque mal utilizados pueden generar contaminación ambiental. En Inglaterra, llevan analizando desde hace 100 años la calidad del agua del río Támesis a su paso por Londres. Han visto que a partir de 1970, hubo un incremento importante de los nitratos en el agua. Esto se debe, según los autores, a la contaminación difusa producida por el uso (y abuso) de los fertilizantes minerales después de la Segunda Guerra Mundial.

La fuente:

Nitrate concentrations and fluxes in the River Thames over 140 years (1868–2008): are increases irreversible? N. J. K. Howden, T. P. Burt, F. Worrall, M. J. Whelan and M. Bieroza. Hydrol. Process. 24, 2657–2662 (2010). DOI: 10.1002/hyp.7835

 

Drogas en el agua potable

 

Las drogas son sustancias que producen un efecto estimulante, deprimente, narcótico o alucinógeno. Pueden ser duras (muy adictivas) o blandas (poco adictivas). Muchas están permitidas y otras son ilegales, sobre todo las primeras. El hombre las utiliza con fines lúdicos, religiosos, espirituales, medicinales, etc. desde antiguo. Según la ONU, el consumo de drogas mundial sigue incrementándose… Los científicos empiezan ya a detectarlas incluso en el agua potable de nuestros hogares. Eso si, a concentraciones muy pequeñas.

 

Fuente:

M. Rosa Boleda, Maria Huerta-Fontela, Francesc Ventura, M. Teresa Galceran. Evaluation of the presence of drugs of abuse in tap waters. Chemosphere 84 (2011) 1601–1607.

Las hormigas son bioindicadores de contaminación ambiental

Las hormigas son unos insectos muy interesantes. A los científicos les gustan mucho para sus estudios por su distribución mundial, su abundancia y su fácil recolección e identificación. Son considerados por muchos como un superorganismo perenne ya que son sociales y actúan de forma coordinada y muy eficientemente como si fuesen uno solo. Además, algunos ejemplares pueden vivir más de 10 años (como las reinas), mucho más que cualquier invertebrado.

Por esta y otras razones, los científicos las han utilizado en estudios de ecología, concretamente para ver la salud de un ecosistema. Son considerados buenos bioindicadores medioambientales ya que al vivir más tiempo que cualquier insecto, nos dan información de procesos de contaminación a corto y largo plazo.

En un trabajo reciente elaborado por científicos italianos se ha medido el contenido en metales pesados en los cuerpos de las hormigas, concretamente de la especie Crematogaster scutellaris, autóctona y muy distribuida por toda la cuenca mediterránea. Han visto una clara correlación entre el contenido en metales pesados de suelos contaminados por actividades industriales y en las hormigas que viven en ellos. De hecho, incluso han visto por modernas técnicas de espectroscopía de rayos X (PIXE, Particle-Induced X-ray Emission) los orgánulos donde se acumulan dichos metales pesados.

La Fuente:

Ants as bioaccumulators of metal from soils: Body content and tissue-specific distribution of metals in the ant Crematogaster scutellaris (2013). Elisa Gramigni, Silvia Calusi, Nicla Gelli, Lorenzo Giuntini, Mirko Massi, Giovanni Delfino, Guido Chelazzi, David Baracchi, Filippo Frizzi, Giacomo Santini. European Journal of Soil Biology, 58, 24-31.

Microorganismos terrestres que vuelan… hasta la estratosfera

Existen microorganismos que pueden volar… Bueno, no es del todo correcto que puedan volar por si solos pero sí que están presentes en el aire a distintas alturas (incluso en la Estratosfera, a unos 20.000 metros de altitud). De hecho, esto no es nuevo ya que Louise Pasteur para refutar la teoría de la Generación Espontánea se subía a lo alto de las montañas para encontrar microorganismos en la atmósfera… ¡y los encontraba! (según cuentan, subió al monte Poutet en los Alpes con recipientes llenos de caldo de cultivo esterilizados para abrirlos allí y demostrar que si crecían microorganismos, era del aire de la montaña).

Si bien esto que digo no es nuevo, si es una de las principales ideas que soportan la teoría de la Panspermia, es decir, que la vida en nuestro planeta pudo venir de fuera (de fuera de nuestro planeta se entiende). De hecho, es muy importante que los microorganismos puedan resistir las condiciones atmosféricas y de radiación ya que así, podrían viajar por la atmósfera o estar presente en algún asteroide o meteorito que haya chocado con la Tierra, y así empezar la vida. Aunque esto es otra historia…

El caso es que hay algunos estudios científicos que han conseguido cultivar en el laboratorio microorganismos de muestras que han estado a distintas alturas. El caso del que hoy os comento son las recogidas por el avión Lockheed Martin ER-2, un avión militar preparado para volar a alturas estratosféricas de 20.000 metros, y que la NASA y su ya extinto Cosmic Dust Lab tenían para sus estudios de la composición atmosférica.

¿Qué tipo de microorganismos “viven” en la Estratosfera?
Pues los que son capaces de formar esporas, unas estructuras que algunos microorganismos pueden desarrollar para protegerse de las condiciones adversas como las atmosféricas (con una alta radiación ultravioleta, que afecta al material genético). Según este estudio, han encontrado entre 4 hongos y 70 bacterias formadoras de colonias (UFC´s). Para el caso de los hongos, coinciden con el género Penicilium y las bacterias Bacillus luciferensis, un tipo de microorganismo que fue encontrado por primera vez en suelos de origen volcánico de las Islas Candelaria, de archipiélago South Sandwich (Antártida).

¿De dónde vienen estos microorganismos?
Pues según los investigadores, hay varias formas por las que los microorganismos puedan llegar a la estratosfera, entre los que destacan las tormentas de arena, erupciones volcánicas (como parece ser el caso del Bacillus luciferensis) y algunas actividades antropogénicas como las pruebas de bombas atómicas y los despegues de aeronaves, que como podemos ver en esta web, han sido unos cuantos.

Las fuentes:

Niall A. Logan, Liesbeth Lebbe, An Verhelst, Johan Goris, Gillian Forsyth, Marina Rodriguez-Diaz, Marc Heyndrickx‹and Paul De Vos. (2002). Bacillus luciferensis sp. nov., from volcanic soil on Candlemas Island, South Sandwich archipelago. International Journal of Systematic and Evolutionary Microbiology (2002), 52, 1985–1989 DOI: 10.1099/ijs.0.02282-0 

Griffin D.W. (2004). Terrestrial microorganisms at an altitude of 20,000 m in Earth´s atmosphere. Aerobiologia, 20: 135-140.